domingo, 7 de abril de 2024

EL TALLER DE LAS PALABRAS DE AMOR

 Algunas palabras le llegaban las pobres que daba pena verlas. Deshilachadas, cansadas del abuso cometido con ellas, con grasa acumuladas en los rincones más ocultos de su anatomía, renegridas, marchitas, con las uñas sucias y rotas, mechones de pelo arrancados de cuajo por cualquier desaprensivo, llenas de mataduras, con su dignidad ofendida y la autoestima por los suelos tras haber sido forzadas en abusos sin fin, otras cubiertas de barnices, maquillajes o ropajes extravagantes ajenos por completo a su ser original. Él las acogía con el cariño sincero del restaurador del mueble antiguo, con la dedicación del arqueólogo que descubre el hueso prehistórico enterrado a suaves brochazos, con el interés que el buen medico atiende al paciente que se siente temeroso ante la enfermedad.

El primer día las dejaba descansar y las mantenía a dieta absoluta para purificar sus delicados organismos. Comenzaba el tratamiento con una limpieza esmerada, le retira las sucias, rotas y ajadas vestiduras y las mantiene un tiempo desnudas para que sintiesen la alegría de lo nuevo del cuerpo limpio, antes de la ropa lavada y perfumada, la alegría de su ser original. Primero una buena alimentación, frutas, yogures naturales sin añadidos, pan de trigo, leche fresca de vaca, ensaladas de lechuga, tomate y cebolla aliñadas con aceite de oliva y vinagre de Jerez, algún bocadillo en la merienda, un poco de queso, pescados del día solo pasados por harina y fritos en aceite de oliva un, día verdel, otro chicharro o lirios. El pescado les sentaba muy bien y recuperaban con fuerza su significado. Por las tardes las colocaba con cuidado en un zurrón de lona y salía con ellas a dar un paseo por el bosque próximo a su casa, nombraba los árboles al pasar para hacer más instructivo el paseo, mirad que castaño tan bonito, aquella al fondo es una acacia y este tan retorcido cubierto de liquen y musgo es un roble anciano y estos matorrales de flores cárdenas tan bonitas son brezos y oís que al agitarlos un poco suenan como minúsculos cascabeles. Les enseñaba las curiosas formas de las nubes y las caras que se ven en las rocas si se mira atentamente y ellas miraban con sus ojillos admirados por el borde del zurrón y hacían comentarios entre ellas. Con el vaivén del caminar algunas se quedaban adormecidas apoyando sus cabecitas sobre sus compañeras deseando sin saberlo, sin sentirlo permanecer así en ese estado y no volver al sitio donde tantos sufrimientos habían padecido.

El orfebre de las palabras de amor regresaba al atardecer a su casa y volvía a colocar las palabras en sus cojines donde pasaban la noche descansando.

Así día a día volvía a ellas la lozanía, el vigor que les permitía recuperar su pleno sentido para poder incorporarse a otro destino y dejar espacio para otras hermanas palabras necesitadas de reposo, de buena alimentación, de trato cariñoso y de una temporada de vida tranquila en el campo.


Adc30062001