miércoles, 6 de marzo de 2024

 

El andén


Estoy en el anden de la estación de metro de Delicias con Rufo, al que por cierto, para acceder he tenido que convencer con un bien trabado discurso de explicación al vigilante sobre la condición de Rufo como mi perro guía y el derecho que me asiste para ser acompañado a todos los lugares de modo legal.

-pero si usted, no es ciego -argumenta el vigilante-

-no, no soy ciego, pero soy muy torpe y el perro me ayuda cuando me caigo o me ocurre algún percance, ademas como puede ver tengo todos los documentos en regla incluso los del perro, y la autorización para que me sirva de lazarillo.

El vigilante ojea los documentos, la cartilla sanitaria de Rufo y la autorización legal de perro lazarillo y aún rezongando nos deja pasar.

Así que nos colocamos en el borde del andén a esperar la llegada del próximo tren. Tengo a Rufo a mi izquierda ya que con la derecha no lo puedo sujetar y esta unido a mi por la correa de seguridad con la que nos desplazamos como dos hermanos siameses de especies diferentes.


Se nos ha colocado mucha gente detrás, pero a mi espalda sin que yo me aperciba de ello se colocado un paisano al que yo no he visto pero al que Rufo si observa de reojo como suele mirar el, ladeando la cabeza y mirando entre las lanas que le cubren los ojos y hacen parecer que no ve, pero si que ve perfectamente.

Cuando el convoy aparece por el extremos del túnel quien esta a mi espalda hace un movimiento inopinado como de prepararse para entrar en el vagón cuando pare, en realidad su intención es empujarme con disimulo hacia la vía para que el tren me arrolle.


Pero con lo que no cuenta es con la rapidez de Rufo que un poco por salvarse el y otro poco por salvarme a mi ya que vamos unidos por la correa y ya no se sabe quien pasea a quien, da un fuerte tirón de la cadena y me derriba hacia la izquierda sobre el haciendo que me agache bruscamente como si tuviese una bisagra en la cintura.

Y así sucede que quien me iba a empujar sobre el tren pierde el equilibrio y se proyecta a si mismo exactamente sobre el tren que pasa en ese preciso instante y lo lanza sobre las vías delante del convoy que frena sobre el interfecto que queda atrapado entre las ruedas del tren hecho trizas.

La gente se echa hacia atrás despavorida contemplando con horror la escena del criminal que se administró su propia medicina.


Como el tráfico va a quedar suspendido durante un buen rato, nos vamos, Rufo que me mira de reojo según avanzamos hacia la salida me dice

-ahora tenemos que ir andando hasta la cuesta de Moyano

-pues si –le respondo, pero peor lo tiene el que nos quería empujar

Al salir el vigilante nos ve y nos pregunta

-¿Qué ya de vuelta?

-pues si, ha habido un accidente y se suspendido el servicio, por lo visto un paisano se arrojo al paso del tren y este lo ha hecho trizas.


Salimos a la calle y continuamos nuestro paseo que casi se ve alterado por un estúpido que al final tomo su propia medicina.